LOS
INSURRECTOS
Gildardo Izaguirre
y Fierro
Son
las siete, la luna se come a pedacitos al sol, poco a poco le cierra los
párpados; mientras una bulliciosa algarabía celebra su contentura de ganar la
calle, de gritar su descontento y abrazar un puño de ideas para construir una
patria nueva.
Otro
chamaco corre veloz y corre, ondeando la bandera nacional, y en la escultura de
“La Familia”, de nuestro querido Toño López-Sainz, se arraciman 500 jóvenes con
la mirada invicta y el corazón caliente; entre ellos, el químico Benítez, con
sombrero de gánster, se da baños de feromonas políticas recién estrenadas. En
el micrófono, el Ingeniero Max, líder y principal animador de Morena, hilvana
un discurso soteriológico sobre la salvación y la esperanza.
Más que
banderas de partidos, la rebelión
juvenil es por una patria nueva, libre
de políticos corruptos y mentirosos.
Un trío de chavos hacen una ecuación, suman 70 años de PRI más 12 de PAN, igual a 82 años de porquería, y eso puede ser una pista, un indicio para comprender esta rebelión que también tiene mucho de fiesta, pero que ya la necesitábamos tanto: no es la esperanza, que llama a la pasividad, a tirar hueva y esperar a ver que pasa; sino más bien la desesperanza, es decir, a no esperar más y actuar aquí y ahora, en presente del indicativo, que es en fin el único tiempo eterno: siempre vivimos en el presente.
La ecuación de la ignominia. En esta caben todos los políticos que no han sabido construir una sociedad justa y generosa.
No hay imágenes del “Che”, Marx, Lenin, mucho menos de Ho Chi Minh (lucharemos hasta el fin), no se corean consignas contra la burguesía; ni se escuchan las canciones poéticas de Violeta Parra con la potente voz de Mercedes Sosa (“me gustan los estudiantes porque son la levadura…”); la chamacada baila y hace coreografías con el himno rumbero de Morena.
En
su mirada no hay odio; más bien les tiembla y parpadea la incertidumbre, no por
el futuro, que todavía no es, sin por el presente que les hemos dado, un
presente en el que los políticos en el
poder no se aplican a preparar el porvenir, sin las próximas elecciones.
Los hijos de viejos universitarios, con y sin
tradición de izquierda, se han sumado a la rebelión.
Por
supuesto que no se trata de idealizar, no hay aquí una joven guardia, ni
personajes recortados de “Así se templó el acero”, son simple y llanamente un
conglomerado de seres humanos que se han hartado de ver como se envilece la
política, como se tranzan y trenzan acuerdos perversos para mantenerse en el
poder y echarle tarascadas al botín presupuestal: 82 años de una clase política
depredadora y corrupta que ha robado y dilapidado los bienes nacionales
No
tengo el dato duro, la certeza cierta, pero percibo que esto irá más allá del
arrebato emocional, y nuestra raza joven le entrará al quite, se armarán de
filosofía y poesía; de música y
geografía, para construir las nuevas trincheras que la lucha requiere. Esa raza
es el partido emergente, la generación de recambio, que junto con los viejos
que todavía traen el fuego, puedan reconstruir nuestra nación. Ojalá y esta
insurrección no sea arrebato emocional.
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