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12 de enero de 2014

HOMENAJE AL M. en C. ARTURO NÚÑEZ PASTÉN


ARTURO NÚÑEZ PASTÉN: EL BIÓLOGO, EL AMIGO…EL AMIGAZO

Gildardo Izaguirre y Fierro

“Vamos a hablar del Príncipe Cáncer,
Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata,
que se divierte arrojando dardos
a los ovarios tersos, a las vaginas mustias,
a las ingles multitudinarias”.
Jaime Sabines



La muerte le llegó disfrazada de cansancio. “Me siento cansado”, dijo y se fue a dormir y ya no regresó o más bien, entró a lo que los filósofos llaman “el eterno retorno”. Tenía dos años combatiendo a las huestes del “Varón de la próstata”, como le dice Sabines al mortal cáncer. Lo vencieron entrando el año 2014, el tres de enero, murió Arturo, el biólogo, el amigo, el amigazo.

“Todo es cuestión de actitud”, le aseguraron sus colegas Biólogos. A sabiendas que las retozantes mitosis cancerígenas son un rotundo hecho biológico; pero lo asumió tal cual y levantó la cabeza como gallo de palenque en feria y no bajo la guardia: siguió trabajando en su laboratorio, asesorando y revisando tesis. La última fue una de mi escuela, justo el 9 de diciembre del agonizante 2013, versaba sobre la reproducción del camarón marsupial, un feo crustáceo de escasos 3 cm.
 


Lo vi de lejos, se miraba ajado, el cuerpo erosionado por las terribles “quimios”, pero con el ánimo arriba, sin tirar lo toalla, arrancando  a “esta vida amarreta un ramo de sueños”, donde “hasta los más mancos la siguen remando”, como cantan los Caballeros de la Quema. Me dieron ganas de abrazarlo y decirle: “Avanti Núñez Pastén, jódete al Varón de la próstata, al duque del vaso… porque yo sigo”.
Lo conocí a fines de los 80, en lo que era la Estación Mazatlán del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, de la UNAM, un enclave de científicos del mar (lo de limnología es puro rollo, nadie de ahí estudia las presas, ríos y arroyos). Era un biólogo satisfecho, contento de su oficio, excelente Biólogo de campo; jamás le escuché fermentar envidias o celos para con sus colegas; pero eso sí, de sus bromas y dichos no se libraban. “Era uno de los biólogos más divertidos del mundo”, Me comenta una sus alumnas.
Lo recuerdo vestido como astronauta cuando salía al trabajo de campo en las lagunas y esteros de la comarca, era su  equipo de protección contra las nubes de mosquitos y jejenes que atacan con ferocidad a todo bicho de sangre caliente que invade su hábitat; también participaba en los cruceros oceanográficos que organizaba la Dra. María Elena Caso, la legendaria bióloga de los erizos y las estrellas del mar, por quien profesaba un profundo respeto y cariño, pero de todos modos no se escapaba de sus dardos humorísticos: “después de tres días de navegar en el mar, era la mujer más hermosa del océano”. Decía, mientras parpadeaba intermitente.
Toda su vida profesional la dedicó al estudio del plancton, ese maná maravilloso que sostiene la vida marina; publicó como autor y en coautoría 21 trabajos científicos en los cuales trataba  vida y obra de dinoflagelados, copépodos, larvas de camarón; pero también colaboró en estudios de los manglares, reproducción y crecimiento del camarón, langostas y quemadores de la bahía de Mazatlán.
En el libro  “Atlas de la Biodiversidad de Sinaloa”, que editó el Biólogo Juan Luis Cifuentes, se publicó el trabajo de su autoría “Biodiversidad e importancia de los Copépodos en Sinaloa”. Arturo fue además uno de los profesores fundadores de la hoy Facultad de Ciencias del Mar de la UAS, impartió como maestro de asignatura los cursos de  Zoología y Plancton, y lo hizo hasta el momento de su jubilación, en 2007, con una carga horaria de 13 horas base. La mayoría de los profesores de esta Facultad fueron sus alumnos y algo le deben por su formación.
Al parecer morir es fácil, Arturo dijo estar cansado; Goethe renegó porque  alguien le apagó la luz; Pessoa (el enorme poeta portugués) pidió sus lentes, y luego se murieron. Así de fácil y ya lo dijo Montaigne: “a morir a nadie se enseña, de eso se encarga la naturaleza; lo difícil es aprender a vivir”.
Arturo aprendió a vivir, con lo bueno y lo malo de la vida, con lo alegre y lo triste, con lo agradable y lo desagradable; tuvo amigos con los cuales compartió el gozo de la convivencia y supo conjugar las tres sabidurías básicas: las del esfuerzo, el placer y el amor.
Vaya este sencillo homenaje al Biólogo, al Maestro, al amigo; también vaya nuestro duelo a su familia, a sus amigos. Descanse en paz.

 
 

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