Vista de la playa de Chalacatepec, en el municipio de Tomatlán, Jalisco, donde el Instituto de Pensiones del estado y la empresa Rasaland pretenden realizar un megaproyecto turístico.
Pronto, estos bellos amaneceres en la playa de Chacalatepec, serán mercancía y ahí brotarán como hongos hoteles, antros, centros comerciales y campos de golf; en la arena fina y refulgente se moverán aturdidos cangrejos que escarbarán entre colillas, condones y botes de cerveza; las tortugas marinas que ahí anidan se irán con su alacena de genes jurásicos, a buscar otras playas; pero llegarán “turistas de altura”, con sus rollizas adiposidades y sus bolsillos llenos de dólares.
El Proyecto “Nuevo Cancún”, que se construirá en quince de los 20 kilómetros de playa en Chalacatepec, a los cuales se les quitó su valor de Área Natural Protegida, más otros tres kilómetros al norte del playón de Mismaloya, en el municipio de Cabo Corrientes, con lo que se eliminaron 18 kilómetros a los casi 90 kilómetros establecidos como santuario de protección a los quelonios.
Ya se han invertido 89 millones de dólares de Pensiones de los burócratas del Estado de Jalisco, y 94 millones de dólares de la inmobiliaria “Rasaland”, sólo para la primera etapa. De éstos, 150 millones de dólares han sido invertidos –dicen– en la adquisición de predios. A los ejidatarios del lugar se les presiona para que vendan sus tierras; a los pescadores de las lagunas de Chacalatepec y Paramán, les pusieron cercos para expulsarlos del lugar. Campesinos y pescadores estorban al proyecto, se pueden quedar, pero como meseros, cantineros y veladores.
Los Biólogos del campamento tortugófilo también serán expulsados, se llevarán el recuerdo de los amaneceres, del júbilo al encontrar una enorme tortuga laúd fabricando su nido, de la mirada llorosa de la golfina, de la iridiscencia de la carey, del rastro engañoso de la Chelonia midas. Ya no hay lugar para tortugas, ni para romanticismos añejos de biólogos playeros.
El Proyecto “Nuevo Cancún”, que se construirá en quince de los 20 kilómetros de playa en Chalacatepec, a los cuales se les quitó su valor de Área Natural Protegida, más otros tres kilómetros al norte del playón de Mismaloya, en el municipio de Cabo Corrientes, con lo que se eliminaron 18 kilómetros a los casi 90 kilómetros establecidos como santuario de protección a los quelonios.
Ya se han invertido 89 millones de dólares de Pensiones de los burócratas del Estado de Jalisco, y 94 millones de dólares de la inmobiliaria “Rasaland”, sólo para la primera etapa. De éstos, 150 millones de dólares han sido invertidos –dicen– en la adquisición de predios. A los ejidatarios del lugar se les presiona para que vendan sus tierras; a los pescadores de las lagunas de Chacalatepec y Paramán, les pusieron cercos para expulsarlos del lugar. Campesinos y pescadores estorban al proyecto, se pueden quedar, pero como meseros, cantineros y veladores.
Los Biólogos del campamento tortugófilo también serán expulsados, se llevarán el recuerdo de los amaneceres, del júbilo al encontrar una enorme tortuga laúd fabricando su nido, de la mirada llorosa de la golfina, de la iridiscencia de la carey, del rastro engañoso de la Chelonia midas. Ya no hay lugar para tortugas, ni para romanticismos añejos de biólogos playeros.
A Chalacatepec, todavía se llega por una vereda que se anuncia en un tablón por la carretera Barra de Navidad-Puerto Vallarta; es la única playa virgen que le quedaba a Jalisco; pero la construcción del aeropuerto internacional a 10 minutos de distancia de ese lugar, marcó su destino.
La playa ha sido cercada por la inmobiliaria, los pescadores expulsados de las zonas pesca.
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