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20 de agosto de 2011

LA VIEJITA: UN TESORO GENÉTICO

Gildardo Izaguirre y Fierro
Doña Marianita Bojórquez podría tener la edad de 125 años, con lo que sería el Homos sapiens vivo, más viejo de todo  el mundo, superando en  tres años a Juana Calment, de Arles, Francia, que murió a los 122 años. Doña Marianita es de aquí cerquita, de Angostura, que de vez en cuando vacaciona en Mazatlán, con su hija de 106 años. La longevidad se hereda.
Los biólogos evolucionistas dicen que el envejecimiento y deterioro del organismo (y posteriormente la muerte) se disparan, cuando ya no  somos capaces de dejar crías. La duración de la vida es algo similar al amor, que dura, mientras dura, dura.
Los genetistas van más al fondo, según ellos, nos hacemos viejos porque con cada duplicación celular se acortan los extremos de los cromosomas, en los cuales se repite sin ningún sentido la palabra TTAGGG (Timina-Adenina-Guanina); con cada mitosis, cuando crecemos o se repara un tejido dañado, el extremo del cromosoma, llamado Telómero, pierde un pedacito de ese palabrerío que no codifica, pero que sirve para que no  se desparpaje la molécula de ADN, como si fueran los  cabitos de los cordones de los zapatos y además para que no se vayan a cortar genes vitales.
Entonces, los más longevos, como Doña Marianita, debe tener los telómeros muy largos, de tal modo que por más duplicaciones celulares, la tijera no llega a dañar la molécula de ADN que forma  los cromosomas, o bien, esos longevos, producen en abundancia una mítica proteína llamada telomerasa, encargada de reponer las pedazos de telómero  que se pierden en cada  mitosis.
El asunto es que doña Marianita es un tesoro genético, en el cual hay algo que le ha permitido  llegar a esa matusalénica edad; además, de encontrar su acta de nacimiento, entraría al Record Guiness como el ser  humano más longevo del planeta, lo cual es posible, ya que su hija y aún viva, tiene 106 años.
Una característica de estas personas es que mantienen un excelente sentido del humor, doña Juana Clement, a los 117 años, decía que la única arruga que tenía, era en la que estaba sentada; doña Marianita, a pregunta de una reportera, dijo:
"A mí me gusta hacer pan, me gusta hacer coricos, planchar y lavar ajeno, barrer, trapear, lo que ustedes manden, a mi me gustaba hacer de todo, nomás de puta y ladrona no, eso nunca me gustó", y suelta la carcajada.
Larga vida a doña Marianita.
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