A Maximino García Ortiz, Mi comandante Coyote.
María Candelaria Valdez Pineda
Ayer martes 9 de marzo, me dirigía a impartir mis clases cuando me encontré con el compañero Felipe Silva, mejor conocido como Fliper, afuerita de la biblioteca, comentamos unas actividades que tenemos en común y ya para despedirse me dice, hubo una balacera rumbo al Castillo y mataron al Coyote, yo pensé un grupero menos, -pensando en el cantante-, pero me corrigió, no, se trata del Max, el policía egresado de aquí; me cayó el veinte junto con un dolor en el pecho. Precisamente para los días de carnaval, el domingo, le comentaba a un familiar que yo tenía un exalumno y amigo policía y lo buscaba entre la multitud de efectivos municipales que se reunieron en el parque Martiniano Carbajal para el pase de lista y asignaciones de zonas de vigilancia, tenía meses que no coincidíamos porque donde quiera que me veía me pitaba con la patrulla.
A Max, el estudiante, lo recuerdo como una persona con buen humor, le costaba mucho esfuerzo estudiar por los horarios que tenía en su actividad, lo que sustituía con dedicación y saberes producto de la experiencia cotidiana, tratando de terminar la carrera para subir escalafones dentro de la estructura policiaca, no quiso estudiar derecho como otros compañeros, a él le gustaba el mar, pertenecía también al cuerpo municipal de salvavidas.
Al Max, el hombre, lo recuerdo contando anécdotas de sus vivencias, primero como “guacho”, luego como guarura en las tierras del sureste de México y ya cuando decidió establecerse, se quedó en Mazatlán, ingresando a la policía municipal, donde destacaba por su conocimiento en el uso de las armas y su don de gentes, a pesar de su actividad, era diferente a otros policías que conozco, quienes son hoscos, serios y algunos prepotentes, Max era especial, muy dicharachero y amable, decía que ya de por si su labor era dura como para amargarse la vida. Alcanzó a ascender a Subdirector de la Zona Rural.
Ayer, 9 de marzo, ingresó a las estadísticas de decesos de policías, producto de la violencia sistémica –como describe el Monky los sucesos criminales-, aún con varias balas en su cuerpo siguió manejando su camioneta hasta que se desbarrancó cerca de la termo, ahí quedó inerte.
Hoy, miércoles cuando le hagan su homenaje de despedida y nombren pase de lista, sus compañeros dirán PRESENTE, con un dejo de tristeza.
Descanse en Paz, Maximino García Ortiz, mi Comandante Coyote, Policía/Biólogo, seguramente tu muerte quedará en las estadísticas de la impunidad como muchos otros. Extrañaré los pitidos de tu patrulla.
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