CON LOS PRONATUROS Y CONSELVA

La Balandra, un símbolo de integración cultural; un elemento cuasi sagrado de los pobladores de ese sitio.
Gildardo Izaguirre Fierro
El martes 23 de marzo de este siglo y año tan redondos, estuvimos en un taller organizado por los Pronaturos y los de CONSELVA; la primera es una Asociación Civil que presume del liderazgo en la conservación de ecosistemas en este venturoso noroeste de México y la segunda es una organización nueva, dirigida por la Bióloga Sandra Guido, que con ímpetu tropical trabaja, con dos de sus fieles y dinámicos asistentes (Lourdes y Luis), en la conservaciones de humedales de Sinaloa y de ecosistemas serranos o de los altos, como le decimos a la montaña.
El objetivo central fue identificar las áreas prioritarias para la conservación en los humedales del norte de Sinaloa; ahí encontramos viejos conocidos con los cuales hemos esculcado la mayor parte de ecosistemas costeros de los 700 kilómetros de la orilla litoral del terruño; también convergieron una nueva oleada de biólogos, algunos con doctorados recién estrenados, como Jorge Guillermo que trabajó el proceso cognoscitivo en aves. “Pero no de todas, aclaró, yo estudio los paseriformes” (todas las que se parecen a los gorriones), Jorge luce una intempestiva calvicie de sabio joven; otromás fue Marco Antonio, conocido por todos como “El Flaco”, él es un biólogo militante que sabe de todo animal que vuele, repte, corra y trepe; animal con plumas, pelos o escamas. Es sorprendente el conocimiento que tienen de cada recoveco del litoral: donde vive tal o cual ardilla, pájaro o murciélago. Creo que si no los atrapa un escritorio de burócrata serán los mejores biólogos de la comarca.
Se tuvo también de invitados a varios funcionarios estatales y federales, el de Desarrollo Urbano se fue, tenía tareas históricas que cumplir, pero en beneficio nos dejó a su asistente, una hermosa muchacha achinadita. El que se quedó fue Alejandro Camacho, Delegado de Profepa, no hizo gran cosa, aparte de tomar traguitos de un jarabe misterioso y consultar el buzón de su “cel”, pero bueno, estar ya es un buen gesto; en una oportunidad, se acercó y me dijo: “Si los panistas fuéramos congruentes, votaríamos por Higuera”. Es obvio que su asunto es la política-política, la que anda en busca de poder, no de conocimientos. Estuvo además el Biólogo Rafael y la Bióloga Priscila, ambos de Cemarcosin y jubilosos egresados de la Facultad de Ciencias del Mar.
Los Pronaturos se pusieron en acción para desplegar el taller, expusieron los criterios guías para la conservación: (1) sitio de alimentación, refugio, anidación, etc. de especies: (2) un ecosistema único; (3) lugares donde habitan especies endémicas, claves, banderas, etc. y (4) sitios amenazados por actividades de alto impacto. Claro que dejaron abierto el cuadro para agregar más criterios. Enseguida y por equipo, repartieron mapas con cada uno de los humedales del norte sinaloense, la tarea fue, plumines en mano, delimitar los sitios que requieren de protección.
La fragilidad del ejercicio es que esas demarcaciones se hicieron al buen tun-tun, sin tener a la mano los datos duros de cada ecosistema, como lo hizo notar la Chinita de Desarrollo Urbano y el Dr Ruiz-Luna. Es evidente que Pronatura ya tiene identificados los sitios críticos, pero quizá su intención era buscar las coincidencias de su diagnóstico con la percepción de investigadores que tienen años remando en esos solares de la naturaleza. Ojalá se haya logrado.
Creo que la limitación más importante fue la ausencia de la dimensión antropológica, es decir, los valores y las emociones de las comunidades humanas que habitan en esos ecosistemas, incluyendo lo sagrado ambiental que explica la bióloga Andrea Sáenz, en su excelente ensayo: “la paradoja del chimpancé pensante”. Podemos tener los datos duros de un ecosistema, pero si desconocemos los saberes locales, las creencias del Homo sapiens que lo habita y utiliza, poco se podrá avanzar en el desarrollo de una ética ambiental de las comunidades.
La Bióloga Andrea utiliza de ejemplo la Balandra, en la Bahía de la Paz, un sitio único, con una piedra en forma de hongo alrededor de la cual está una de las playas públicas más hermosas del lugar; si se le pregunta a un paceño sobre los beneficios económicos que aporta ese lugar no sabría que contestar, pero cuando se intentó construir un “desarrollo turístico” (hoteles), la protesta fue rápida y masiva: la Balandra se defiende cómo “un símbolo de integración cultural y como un icono de la importancia de los espacios recreativos populares”. De ahí la importancia de incorporar las percepciones del chimpancé pensante que habita el ecosistema.
Pero bueno, por algo se empieza y es bueno juntarnos para unificar opiniones, por lo pronto, de los hechos duros, ya después se verán los valores superiores de la bella complejidad. Lo que más me gusto es que Luis (Nico y Guillermo le dicen “Luisito”), tuvo la luminosa idea de cambiarme de nombre, me rebautizó como Gildardo Izaquina, quitando las rasposas dobles “rr”. Es bueno para un seudónimo literario.