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16 de septiembre de 2010

CELEBRANDO EL BICENTENARIO

HIDALGO: PADRE DE MÁS DE CUATRO
Para Kyrey y su raza, la insurgencia
sindical suriana; seguro que les echarán
encima el aparato patronal, pero se logrará la independencia sindical.

GILDARDO Izaguirre y Fierro
Miguel Hidalgo tenía 57 años cuando, al filo de la medianoche del 15 de septiembre de 1810, dijo la frase que lo haría héroe de la patria: “caballeros somos perdidos, aquí no hay más remedio que ir a coger gachupines” (dicho esto sin albur: nosotros cogemos, los gatos agarran, tienen garras). La conspiración había sido descubierta, Pérez, el recadero de doña Josefa, había llegado a esas horas, acompañado de Aldama; Hidalgo y Allende tomaban chocolate y ya estaban sobre aviso.

Hidalgo, todavía con calcetas, dice la frase que lo hará héroe: “Señores a coger gachupines…



Se mueven rápido, a deshoras de la noche, juntan al puñito de apalabrados y se van a la cárcel, liberan a los presos (aquí empieza a marcarse el contenido político de la insurgencia: no respetar la “justicia” de los gachupines). A las cinco de la mañana el “Cojo” Galván, campanero de la parroquia, llama a misa, era la madrugada del domingo del 16 de septiembre, y ante desmañanados parroquianos, Hidalgo se echa el grito histórico (para los conservadores de antes y de hoy, el grito fue mas bien histérico), dicen que así gritó: ¡¡ Viva la religión y Muera el mal gobierno ¡! Viva la virgen de Guadalupe y Fernando VII !!. Poco después dejó de nombrar a ese mentado Fernando, ya que malició que lo de él y su bola de indios y mestizos era una revolución y para nada necesitaban un Rey cobarde que a las primeras de cambio se las dio a Napoleón.
¿Por qué es un héroe?. La valentía como el heroísmo son chispazos que ocurren en un momento y lugar oportuno; Hidalgo había llevado una vida más o menos cómoda de criollo ilustrado, durante 27 años se movió en las tertulias académicas de su tiempo, llegó a ser Rector del colegio San Nicolás Obispo (hoy la Nicolaíta), hablaba latín (por supuesto), francés (tradujo al genial Moliere, el comediante consentido de Luis XIV), Italiano y varias lenguas indígenas; era reconocido como teólogo avezado y le decían “El zorro”, por su astucia argumental. Gustaba de la buena vida, le encantaban los juegos de naipes, las corridas de toros y retozar en camas ajenas; tenía una hacienda, una fábrica de loza y la parroquia le proporcionaba buenas entradas de dinero. Bien pudo seguir así, pero no sería el padre de la patria, aunque si de cinco hijos reconocidos de tres de sus mujeres.
Se hizo héroe porque esa noche del 15 de septiembre de 1810 decidió dejar esa vida cómoda y lanzarse en una desenfrenada guerra que para el duraría seis meses y seis días, fue detenido el 21 de marzo de 1811 en Acatita de Baján por el traidor Elizondo y lo fusilaron el 30 de julio de 1811. Pero en ese lapso puso patasparriba a toda la Nueva España e incluso estuvo a punto de ganar la guerra; el 30 de octubre de 1810, con 80 mil insurgentes venció al ejercito realista que protegía la capital; la ciudad de México estaba a tiro de piedra y desprotegida, al Virrey Venegas le temblaban las corvas y los gachupines se encerraban a piedra y lodo.

Pero no, Hidalgo hizo lo que Aníbal, dos mil años antes, después de cruzar los Alpes en elefantes y derrotar los mejores ejércitos romanos, se estacionó en las puertas de Roma y ahí se quedó, no tomó Roma; igual que Cuauhtémoc, 300 años antes, que en vez de rematar a las derrotadas huestes españolas y tlaxcaltecas, detuvo la batalla y se puso a recoger a los muertos y heridos, gracias a eso tuvimos un mentado árbol de la noche triste y después nos chingaron.


Hidalgo hizo lo mismo, no quiso tomar la ciudad de los palacios y se salvó el Virrey Venegas (corría fama de que le encantaban los mulatos) y toda la gachupinada; quizá por eso, nuestro ya Generalísimo ordenó la retirada, tenía bien presente el degüello de españoles en la Alhóndiga de Granaditas o bien le sacó a que lo sitiara el cruel Calleja que ya venía en camino. Hoy, a toro pasado, los expertos militares dicen que la toma de la capital era una operación factible; pero quien sabe, lo cierto es que hubiera sido una tremenda matasagüi tanto de gachupines, criollos, indios y mestizos. Hidalgo había visto como los indios se cubrían de los balazos con las estampitas de la Guadalupana, que la consideraban milagrosa, por los mismo rollos que el cura les echaba a cada rato (tanto le creían, que en Guanajuato, después de pasar a cuchillo a todos los españoles, les bajaban los pantalones para ver si tenían cola, hidalgo les decía que eran demonios, luego entonces, cola deberían tener).

Para ese entonces, ya andaba de pleito casado con Allende (él si quería tomar la capital); sus contradicciones eran de clase; Allende repudiaba a los indios, no quería una revolución, su idea era quitar a los gachupines del poder y ponerse ellos, los criollos acomodados y dejar a los indios, mestizos, negros y mulatos, en las mismas condiciones de miseria y esclavitud; para Hidalgo la lucha era política y social: quitarle el poder a los gachupines, repartir las tierras, liberar la industria, abolir la esclavitud, fundar una nación independiente (trabajó con López Rayón, su secretario, en lo de crear un constituyente, ya nada de Fernandos sietes ni ochos).
Los derrotó el implacable Calleja en Puente de Calderón y desde ahí se le apagó la estrella: Allende le quitó el cargo de jefe del ejército insurgente y lo hizo prisionero, con órdenes de tirarle a matar si intentaba escapar; así se movieron al norte y en esa huida fue cuando los traicionó Elizondo el 21 de marzo de 1811. La dirigencia insurgente estaba dividida, pero los fusilamientos los volvieron a unir.
Lástima que nuestro héroe vaciló en la toma de la capital, quizá nos hubiéramos ahorrado once años de muertos, de caos y destrucción del país; Y aunque Hobsbawn diga que en historia importa lo que pasó, el dato duro, nada se pierde con imaginar que quizá también nos hubiera evitado un Iturbide y sobre todo al quinceuñas de Santanna; a lo mejor hubiera nacido antes un Juárez que consolidara el estado democrático para que no se pariera un dictador como Porfirio Díaz. Quién sabe…Quién sabe si este siglo nos trae nuevos Hidalgos, muchos Pípilas (alhóndigas ya hay) y 40 Morelos (Napoleón decía que con ese número de Morelos conquistaba el mundo). Por lo pronto que ¡¡Que muera el mal gobierno!!.

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