
Un atardecer ocre, el cerro del Metate con el sol montado, semeja un volcan en ebullición.
Gildardo Izaguirre Fierro
Navachiste es una laguna enorme que mide 21,400 hectáreas, la mayoría pertenece al municipio de Guasave, Sinaloa, famoso porque ahí suelen vivir guasaveños, las personas más optimistas del reino: son capaces de reírse de si mismos.
Hace un tiempo la navegamos en busca de plaguicidas y de metales pesados que se vierten por la actividad de las 300 000 hectáreas de cultivo del valle agrícola vecino y por los 710 mil m3 anuales de aguas residuales que chorrea en la porción norte la simpática ciudad de Guasave. Esta bordeada por una breve serranía en la cual viven y aman diversos tipos de mamíferos, entre los cuales destacan cuevas de murciélagos guaneros (el poeta dijo: Alfombradas de guano de murciélago, las altas grutas conservan soles y cuadrículas punteadas de estuco blanco); en uno de sus cerros, los pescadores han levantado una altar a la virgen de Guadalupe, le rezan para que los proteja cuando salen mar adentro a la pesca del tiburón y también cuando alguno de ellos se anima a llevar “maíz en greña” y se adentran hacia el sobaco del golfo de California.
En el interior emergen ocho islotes de regular tamaño, en uno se ha levantado una colonia de turistas de altura, que recalan en periodos vacacionales para soltar las toxinas del alma, hacer recuento de sus plusvalías y agradecerle al Dios del capital.
En otro punto, situado cerca de la Playa El aparecido, y que se le llama “La Isla de los Poetas”, cada año y por semana santa, se reúnen novelistas, músicos, bailarinas, poetas, cineastas (sin películas), biólogos, filósofos, antropólogos y fauna y flora acompañante, y arman un borlote internacional llamado “Festival Navachiste”, en uno de ellos y poco antes de morir, Raúl Cervantes Ahumada, poeta y jurista (Derecho marítimo), pidió que sus cenizas se echaran al viento y agua; así se hizo y cada año un poeta germinal le rinde homenaje.
El poeta Arturo Sodoma dejó este recado en la arena: Navachiste es el sueño de Dios hecho realidad, no hay nada mejor que la poesía enfrente del mar y la cerveza a la orilla del alma. Me gustaría casarme en ese lugar tan mágico, tan lleno de estrellas, y de ruidos que tranquilizan a la bestia que llevamos adentro.
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